sábado 23 de noviembre de 2024 4:46 am
Eddy Tolentino

Las imprudencias de los bicitaxistas en Nueva York se ha vuelto anárquico, desde poner música alta y cobrar precios altísimos, hasta pelear con sus clientes.

Los choferes de bicitaxis se encuentran fuera de control y están atemorizando a turistas y lugareños en Manhattan, tomando control de varios tramos de las calles de la Gran Manzana, acosando a los peatones e incluso agrediendo sexualmente a sus clientes, indicó New York Post.

En los últimos años, el mal comportamiento de los conductores se ha vuelto más errático y anárquico: desde poner música alta y cobrar precios demasiado altos hasta pelearse con los clientes y lanzar ataque tipo cártel contra la competencia.

Las imprudencias de ellos se reflejan en una subida de las citaciones penales vinculadas con los bicitaxis este 2024, con las autoridades emitiendo 1,493 infracciones hasta el 30 de junio, un incremento del 51.5% respecto de las 985 escritas en el mismo periodo del año pasado, de acuerdo con los datos del Departamento de Policía de Nueva York (NYPD).

Asimismo, las quejas de los clientes han ido en aumento con un 56.7%, con 34 informes hasta el 12 de agosto, en comparación con solo 60 informes registrados en el mismo periodo en 2023, de acuerdo con datos de 311.

“Son como pirañas que solo intentan cobrar y se aprovechan de los turistas, los huéspedes y los niños”, dijo Ralph Méndez, portero del Hotel Sheraton en la Séptima Avenida, cerca de Times Square.

“Son amables porque quieren algo”, agregó. “En cuanto les dices que no lo quieres, se ponen en tu contra”.

Una noche, en un club de Midtown se convirtió en una pesadilla para dos mujeres de Upper East Side que se encontraron con uno de esos malhechores, que las acosó para aceptar un “viaje gratis” a casa hasta que tuvieron que aceptar.

Tan pronto como se subieron al bicitaxi, el conductor fue al asiento de atrás y empezó a manosearlas, y las echó cuando ambas se resistieron, explicó una de las víctimas aterrorizadas.

“Se sintió como si se hubiera puesto en el lugar correcto en el momento correcto” para ser un depredador, manifestó una de las víctimas, una joven de 22 años, que denunció el incidente del 4 de agosto a la policía.

“Le resultaba muy conveniente estar a las 3:30 de la madrugada en la puerta de un club ofreciendo llevar a casa a las chicas que habían estado bebiendo. Me dio la sensación de que lo hace habitualmente”.

Ella continuó: “Sentí que me habían engañado, lo cual es la peor sensación… Me sorprendió que sucediera, pero siento que fue mi culpa porque fui tonta e ingenua”, informó The New York Post.

Este hecho es solo uno de los muchos ejemplos de un preocupante patrón de caos que los bicitaxis están causando en la Gran Manzana, en lo que se incluye los siguientes:

En el mes de mayo, media docena de ciclistas rodearon al chofer de un carruaje de caballos luego de que este le pidió a uno de ellos que no lavara su bicicleta en una fuente de la que normalmente beben los equinos en Central Park, de acuerdo con el cochero y NYPD. El impetuoso atacó presuntamente al conductor del carruaje, de 51 años.

Otro conductor de bicitaxis golpeó a tres pasajeros por su tarifa en junio cerca del Empire State Building, según imágenes de un video.

El 12 de agosto, en las cercanías de Central Park, un chofer de carreta malhablado fue filmado por una cámara de seguridad mientras llamaba a la jinete de caballos, Jill Adamski, “zorra sucia” y “zorra irlandesa”. Posteriormente, se ve al desalmado hombre levantando la mano y amenazando con golpear a otro sujeto que estaba grabando el altercado.

“Creen que este es un país del tercer mundo, que la ley no funciona aquí, que podemos hacer lo que queramos”, mencionó Yalcin. “Se sienten como grandes mafiosos aquí”.

Los choferes, que decoran sus vehículos con artículos llamativos como guirnaldas de luces, animales de peluche y altavoces que emiten música pop a un volumen poco considerado, frecuentemente se dirigen a los turistas que buscan graban sus viajes y publicarlos en redes sociales.

Los viajes en este medio de transporte es una de las trampas para turistas más caras de la ciudad, con taxis que estafan a los clientes desprevenidos con tarifas altas (aunque legales), que por lo general se publican en tarjetas de tarifas pequeñas y en algunos casos un viaje por minuto puede costar hasta 25 dólares.

“Si hay huéspedes que se quedan aquí, les digo: ‘Pregúntenles el precio’ antes de que entren. Entonces los conductores me miran mal”, dijo Méndez, el portero del Hotel Sheraton, recordando a una huésped abatida que se sorprendió al enterarse de que un viaje en bicitaxi desde la calle 34 le había costado 140 dólares.

En el Hotel Hilton, cerca de la calle 54 Oeste y la 6.ª Avenida, un portero estimó que unos 15 bicitaxis merodean frente al edificio diariamente, haciendo “batallas musicales” con sus altavoces y exhortando a los transeúntes a que compren un viaje.

“Con los turistas y los huéspedes, están constantemente intentando llamar su atención”, dijo el portero. “Están gritando y haciendo todo tipo de cosas”.

Los conductores, que en su gran mayoría son originarios de países de Asia Central como Tayikistán y Uzebekistán, hacen tácticas parecidas a las turbas para asustar a la competencia o incluso a cualquiera que sea sospechoso de invadir su territorio.

“Si sienten que no tienes permitido trabajar en su esquina, te pinchan los neumáticos, atacan a la gente, los golpean”, expresó un ciclista de 53 años, que pidió el anonimato por temor a represalias.

“Están corriendo por las esquinas como si fueran dueños de ellas”, dijo.

El problema ha incrementado debido a la explosión pospandémica de licencias y placas de registro falsas del Departamento de Protección al Consumidor y al Trabajador, necesarias para operar legalmente en la Gran Manzana, señalaron fuentes de la industria.

Un operador de la flota estimó que el 60% de los choferes de bicitaxis, a cerca de 1,500 conductores no autorizados, transitan con licencias falsas.

“Si no hay responsabilidad, se va a actuar de forma diferente”, apuntó el operador de flota de 46 años, explicando que la aplicación suave de las autoridades sobre la documentación fraudulenta ha alimentado el comportamiento deshonesto.

Por Marlyn Montilla

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