domingo 24 de noviembre de 2024 1:27 am
Eddy Tolentino

Un nuevo estudio monitoreó el cerebro de pacientes en parada cardiaca y concluyó que las experiencias de la muerte son distintas de las alucinaciones, los delirios o los sueños.

La vida se acaba con la muerte y, aunque somos conscientes, intentamos no pensar en ello continuamente centrándonos en nuestras experiencias cotidianas. Saber que este estado no es para siempre da sentido a nuestros días. No obstante, también nos puede llenar de tristeza, de nostalgia o incluso de miedo. Todavía no sabemos qué sucede después de morir y puede que la incógnita perviva hasta el final de los días de la especie humana.

La religión siempre ha intentado dar respuesta a esta pregunta, al igual que la ciencia. Se ha debatido mucho al respecto, especialmente a raíz de que algunas personas que han estado clínicamente muertas aseguran haber visto múltiples escenas. Desde una luz al final del túnel hasta un coro de ángeles, pasando por una especie de “cortometraje” formado por los momentos clave de nuestra vida. Si es o no una prueba de que existe algo más allá o no, es una cuestión de creencias. La ciencia, por su parte, continúa tratando de dar explicación a lo que se han denominado como “experiencias cercanas a la muerte”.

Un nuevo estudio dirigido por investigadores de la Facultad de Medicina Grossman de la Universidad de Nueva York, en colaboración con 25 hospitales estadounidenses y británicos en su mayoría, ha documentado que las experiencias de muerte lúcida que describieron personas supervivientes a paradas cardíacas, mientras estaban aparentemente inconscientes.

Hasta una hora después de que se les parara el corazón, algunos pacientes que “volvieron a la vida” mediante reanimación cardiopulmonar (RCP) tenían recuerdos claros de haber experimentado la muerte. Además, mientras estaban inconscientes, presentaban patrones cerebrales relacionados con el pensamiento y la memoria, tal y como informa el estudio publicado en la revista Resuscitation.

A pesar del tratamiento inmediato, menos del 10% de los 567 pacientes estudiados, que recibieron reanimación cardiopulmonar en el hospital, se recuperaron lo suficiente como para recibir el alta. Sin embargo, cuatro de cada 10 de los pacientes que sobrevivieron recordaron algún grado de consciencia durante la RCP no captado por las medidas estándar.

Qué vieron las personas mientras estaban “muertas”

El estudio también descubrió que en un subgrupo de estos pacientes, que recibieron monitorización cerebral, casi el 40% tenía una actividad cerebral que volvía a la normalidad, o casi normal, después de un estado de “línea plana”, incluso una hora después de la RCP. En el EEG, una tecnología que registra la actividad cerebral con electrodos, se observaron picos en las ondas gamma, delta, theta, alfa y beta, asociadas a una función mental superior.

Es decir, que a pesar de la marcada isquemia cerebral (coágulo de sangre que bloquea el flujo y puede causar daño cerebral o la muerte), emergió una actividad EEG normal consistente con la consciencia, a los 35-60 minutos de la RCP.

La conclusión del estudio es que la consciencia, el conocimiento y los procesos cognitivos pueden ocurrir durante la parada cardíaca. Así, la aparición de un EEG normal puede reflejar la reanudación de un nivel de red de actividad cognitiva, y un biomarcador de consciencia, lucidez y auténticas experiencias “cercanas a la muerte”.

Los autores del estudio afirman que los supervivientes llevan mucho tiempo declarando que tienen una mayor conciencia y experiencias lúcidas intensas. Entre ellas se incluye la percepción de separación del cuerpo, la observación de acontecimientos sin dolor ni angustia y una evaluación significativa de sus acciones y relaciones. Según este nuevo trabajo, estas experiencias de la muerte son distintas de las alucinaciones, los delirios, las ilusiones, los sueños o la conciencia inducida por la reanimación cardiopulmonar.

El cerebro moribundo podría dar acceso a “nuevas dimensiones de la realidad”

Los autores del estudio plantean la hipótesis de que el cerebro moribundo “aplanado” elimina los sistemas inhibitorios (de frenado) naturales. Estos procesos, conocidos colectivamente como desinhibición, pueden abrir el acceso a “nuevas dimensiones de la realidad”, afirman, incluida la evocación lúcida de todos los recuerdos almacenados desde la primera infancia hasta la muerte, evaluados desde la perspectiva de la moralidad. Aunque nadie conoce el propósito evolutivo de este fenómeno, “abre la puerta a una exploración sistemática de lo que ocurre cuando una persona muere”.

El autor principal del estudio, el doctor Sam Parnia, profesor asociado del Departamento de Medicina de NYU Langone Health y director de investigación en cuidados críticos y reanimación, afirma: “Aunque los médicos han pensado durante mucho tiempo que el cerebro sufre daños permanentes unos 10 minutos después de que el corazón deje de suministrarle oxígeno, nuestro trabajo ha descubierto que el cerebro puede mostrar signos de recuperación eléctrica mucho tiempo después de la reanimación cardiopulmonar en curso”.

Este es el primer estudio a gran escala que demuestra que estos recuerdos y cambios en las ondas cerebrales “pueden ser signos de elementos universales y compartidos de las llamadas experiencias cercanas a la muerte“, afirma.

Parnia añade que “estas experiencias permiten vislumbrar una dimensión real, aunque poco conocida, de la conciencia humana que queda al descubierto con la muerte. Los hallazgos también pueden orientar el diseño de nuevas formas de reiniciar el corazón o prevenir lesiones cerebrales y puede tener implicaciones para los trasplantes”.

Denominado estudio AWAreness during REsuscitation (AWARE)-II, siguió a 567 hombres y mujeres que sufrieron un paro cardíaco durante estancias hospitalarias entre mayo de 2017 y marzo de 2020 en Estados Unidos y Reino Unido. Solo se inscribieron pacientes hospitalizados para estandarizar los métodos de RCP y reanimación utilizados, así como los métodos de registro de la actividad cerebral.

Un subconjunto de 85 pacientes recibió monitorización cerebral durante la RCP. También se examinaron testimonios adicionales de 126 supervivientes comunitarios de parada cardiaca con recuerdos autoinformados para proporcionar una mayor comprensión de los temas relacionados con la experiencia recordada de la muerte.

Los autores del estudio concluyen que las investigaciones realizadas hasta la fecha no han demostrado ni refutado la realidad o el significado de las experiencias y afirmaciones de conciencia de los pacientes en relación con la muerte. Afirman que la experiencia recordada en torno a la muerte merece una mayor investigación empírica, y planean realizar estudios que definan con mayor precisión los biomarcadores de la conciencia clínica y que controlen los efectos psicológicos a largo plazo de la reanimación tras una parada cardiaca.

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