“Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre.”
Hebreos 13:8
Este breve pero profundo versículo nos recuerda la inmutabilidad de Cristo, un concepto que aporta estabilidad y consuelo a los creyentes en un mundo lleno de cambios. Jesucristo, como el Hijo de Dios, no está sujeto al paso del tiempo ni a las variaciones de las circunstancias humanas. Su carácter, amor y propósito permanecen constantes, ofreciendo una base sólida sobre la cual construir nuestra fe. Este mensaje invita a reflexionar sobre cómo nuestras vidas, a menudo inestables, pueden encontrar dirección y seguridad en alguien que nunca cambia.
El hecho de que Jesucristo sea el mismo ayer, hoy y siempre nos habla de su fidelidad y poder eterno. Ayer representa las promesas cumplidas en el pasado, como la salvación lograda en la cruz; hoy señala su constante presencia en nuestras vidas, guiándonos y fortaleciendo nuestra fe; y siempre nos asegura que su reino y propósito trascenderán el futuro. Este versículo nos anima a confiar en un Salvador que no solo entiende nuestras luchas, sino que también tiene el poder de guiarnos a través de ellas, sin importar la época o el desafío.
Además, este pasaje nos desafía a vivir con la misma consistencia que Cristo muestra. Aunque somos humanos y susceptibles al cambio, se nos llama a reflejar su amor, misericordia y verdad de manera constante en nuestra interacción con los demás. Así como Él permanece fiel a nosotros, también debemos buscar ser fieles en nuestra fe, dedicación y testimonio. La inmutabilidad de Cristo no solo nos consuela, sino que también nos inspira a perseverar en nuestro caminar espiritual, sabiendo que nuestro Salvador siempre estará allí para apoyarnos y guiarnos.
Por: Francisco Núñez, franciscoeditordigital@gmail.com