viernes 22 de noviembre de 2024 5:30 pm
Eddy Tolentino

El Ministerio de Sanidad ha anunciado que financiará este medicamento en casos excepcionales. Es el primer paso, pero vendrán muchos más.

Lo lógico es irnos a Dallas, a un pequeño estudio de aerobic. Allí, Jonathan C. Cohen y Helen H. Hobbs, dos profesores del centro médico de la Universidad Texas Southwestern, encontraron a una chica de 32 años que, sin saberlo, iba a cambiar la vida de millones de personas.

Pero lo lógico, a veces, no es la mejor manera de empezar.

Una vacuna contra el colesterol. Se llama inclisirán (o ‘leqvio’ si usamos el nombre comercial que le ha dado su desarrollador, Novartis) y ha sido noticia los últimos días porque el Ministerio de Sanidad ha anunciado que lo financiará en enfermos cardiovasculares que no logren que sus cifras de colesterol malo (el famoso LDL) estén por debajo de los 100 mg/dl, pese a usar otros fármacos, realizar ejercicio físico y mantener una dieta apropiada.

Los datos que ha aportado Novartis son muy sólidos: una inyección cada dos semestres; segura (“solo se han visto efectos secundarios leves”) y eficaz (“una reducción potente y sostenida de LDL de hasta un 54% en pacientes con enfermedad cardiovascular”), pero también cara y, sobre todo, revolucionaria. Se trata del primer fármaco a gran escala de una nueva hornada de productos tecnológicos que van a revolucionar la medicina.

Por eso es importante tener claro de qué estamos hablando y no caer en explicaciones sencillas que embrollan, más que iluminan.

El gen PCSK9. Cohen y Hobbs no encontraron a esa monitora de aerobic por casualidad. Unos años antes, unos investigadores franceses habían encontrado un caso terrible de hipercolesterolemia familiar que estaba matando a todos los miembros de una familia concreta. De hecho, no encontraron solo el caso, encontraron la causa: una extraña mutación en el gen PSCK9 que hacía que sus arterias, tendones y músculos se convirtieran en grasa pura.

Cohen y Hobbs leyeron ese trabajo y se preguntaron algo muy concreto: si existía una mutación que hacía multiplicaba el LDL hasta que fuera un problema fatal, ¿podría haber una que hiciera que la gente viviera con niveles bajísimos de este colesterol?

Iniciaron una búsqueda larguísima y tremendamente minuciosa para ver si, por pura casualidad, encontraban esa mutación. Y la encontraron. Encontraron muchas, de hecho. Se dieron cuenta de que había muchas y que estas afectaban a los niveles de colesterol de distintas formas. Pero, como vieron, casi todas tenían un impacto limitado. Necesitaban alguien que tuviera la misma mutación en los dos alelos del gen.

Así dieron con la chica de Dallas.

Casualidades. En esos mismos días, unos investigadores sudafricanos, analizando muestras, encontraron a una mujer de Zimbabue con la misma mutación. En ambos casos los resultados eran los mismos: mientras los niveles normales de LDL están en torno a 100mg/dl, esas dos mujeres vivían con unos 15mg/dl.

La mujer había ido a Sudáfrica a tener a su hijo y luego desapareció, pero la confirmación de que la chica de Dallas no estaba sola fue clave. Igual había una manera de conseguir que ese hallazgo nos sirviera a todos.

Y, claro que la había: las farmacéuticas se pusieron a trabajar en medicamentos que modularan la expresión del PSCK9. El inclisirán es uno de ellos.

¿Y qué tiene de revolucionario entonces? Pues que utilizando la tecnología del ARN mensajero es capaz de utilizar la vía natural para modular el LDH. Básicamente, lo que va en el iclisirán son unas piezas de ARN que se “enganchan” al ARNm que hace que se produzca la proteína PSCK9 (la que regula los niveles). Al engancharse, el sistema celular detecta algo raro, piensa que es una copia errónea y lo destruye. El resultado es que el hígado puede limpiar mejor la sangre de colesterol y, como consecuencia, los niveles de LDL bajan.

Ni es una vacuna, ni utiliza mecanismos similares a los de las vacunas del COVID, pero permite controlar el colesterol de forma casi mágica. Y con dos pinchazos al año, algo realmente sorpréndete.

Evidentemente, esto sí que es una extensión de la tecnología que ganó el Nobel hace unas semanas y nos salvó durante la pandemia. Y es que, cuando decíamos que todo iba a cambiar todo. Esto es una muestra: todo está cambiando.

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