Varios negocios en los alrededores de la Universidad fueron afectados por la falta de acceso a las instalaciones.
Antes incluso de subir las escaleras para abandonar la línea 1 del subway en la estación 116 Columbia University, se escuchan los cantos y tambores que permanentemente mantienen estudiantes y simpatizantes que se oponen a la guerra en medio oriente y piden por la liberación de Palestina.
En respuesta a la toma de las instalaciones del Hamilton Hall por parte de estudiantes la madrugada de ayer, las autoridades universitarias decidieron cerrar todos los accesos a la institución educativa, una decisión que envió buena parte de la tensión a la calle.
Frente a este grupo de manifestantes que no deja de cantar en el ingreso de la avenida Broadway, se halla un grupo más pequeño de otros ciudadanos envueltos en banderas de Israel, que con gritos infructuosos buscan apagar a los pro-palestinos usando incluso silbatos para tratar de competir en decibeles.
Uno 15 elementos de la Policía de Nueva York miran entre aburridos y atentos la escena.
“No estoy seguro cuál es la historia aquí” confiesa a El Diario Allan Kreda quien mira el intenso enfrentamiento a cantos y gritos. Considera que el conflicto entre Israel y Hamás es algo tan grande como para tratar de buscar alguna solución aquí. “Es un conflicto de cientos de años para el que no se ve una solución cercana”. Dice que por un lado ve a los estudiantes cantando y protestando “pero igual apoderándose de la calle sin que nadie puede pasar y ahora no dejan entrar a nadie, están corriendo y suspendiendo a los estudiantes, ¿cómo pueden arriesgar eso?”, se pregunta.
“Por eso nunca me gusto escribir de política pues son asuntos que nunca acaban” agrega este veterano redactor de béisbol, hockey y tenis. “En deportes hay un inicio y un final: hay una estructura, pero aquí no” remata el escritor que dice creer en la libertad de expresión pero duda en cuanto a si quienes encabezan las protestas en Columbia no pasaron ya un límite.
Considera que así como hay una línea estricta entre protestar con tanta locura y tener libertad de expresión hay “una diferencia muy grande entre discurso de odio y libertad de expresión y muchos de ellos (estudiantes) manejan discurso de odio”.
Menos estudiantes, poca venta de comida
Quienes sufrieron ayer el cerco implantado por la autoridad universitaria, fueron algunos de los proveedores de alimento apostados en los linderos de la universidad.
Nacido en Guerrero, México, Gabriel N regentea el food truck de tacos y birria llamada El Toro Rojo, que siempre se estaciona sobre Broadway, afuera de la Universidad de Columbia.
El cocinero y micro-empresario, lamenta la escalada del conflicto: “Es muy difícil, pues ya mandaron a toda la comunidad a clases virtuales y nosotros vivimos de ellos; hoy ha sido un día de escasas ventas”, se queja.
Por otro lado, Gabriel no entiende cómo es que no hay gobernantes con agallas “para mandar a desmantelar estas protestas” y que las cosas vuelvan a la normalidad. Él sospecha que el grupo de estudiantes en conflicto está bien financiado por fuerzas oscuras y jura que si regresara Donald Trump a la presidencia “estas cosas no pasarían”.
Uno más que ayer sufrió por el cierre de instalaciones, fue Halim quien atiende un carro de comida más pequeño de comida Halal en Broadway y la Calle 120. Asegura que desde que inició esta fase del conflicto con los estudiantes montando un campamento hace tres semanas nunca se sintió afectado pero que ante el cierre de la Universidad las cosas se sienten muy distintas.
“¡No dejan entrar a nadie!”, se lamenta mientras mira hacia la entrada del gimnasio de la Universidad frente a donde se halla su negocio.
Viejos conflictos, misma resolución
En el ingreso por la calle de Amsterdam, aunque hay menos manifestantes, hay un número mayor de miembros de la prensa cuyas actividades estuvieron limitadas a celebrarse frente a la reja.
Salvo un pequeño contingente de una media docena de medios cuya lista fue aprobada por autoridades de la escuela, los demás debieron esperar a que, al menos, se cumpliera la promesa de que alguien de alguna de las partes en conflicto saldría a dar una conferencia de prensa.
Frente a esta conglomeración se encuentra David Lindorf, egresado de la universidad de Columbia y quien estuvo en las protestas de 1968. Cuenta a El Diario que tenía 18 y acababa de ingresar a esta misma escuela cuando “decidí que no quería participar en la Guerra de Vietnam pues pensaba que ese país no era un peligro para USA”. A partir de entonces se convirtió en activista contra la Guerra al grado de que fue uno de los que se dirigieron al protestar frente Pentágono y “luego fui arrestado y llevado a una cárcel federal”.
Lindorf encuentra que algunos estudiantes que no protestan actualmente, se quejan y hacen pasar un mal tiempo a los que sí deciden participar de las manifestaciones. Recuerda que su generación “lo hacía todo el tiempo: nos reuníamos y protestábamos y nada pasaba”. Él mira a este campamento como inocuo con estudiantes “que están en el pasto sin afectar a nadie”.
Juzga incluso como más peligroso que la ultraderecha gane el discurso para tratar de silenciar las protestas como ya sucedió con la visita a Columbia del presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, hace unos días.
El 30 de abril de 1968 durante las protestas contra la Guerra de Vietnam, la policía arrestó a 86 estudiantes que habían ocupado igualmente el Hamilton Hall.
Por Juan Alberto Vázquez