jueves 21 de noviembre de 2024 6:37 pm
Eddy Tolentino

Las causas del mal olor en la boca son muchas: desde la presencia de bacterias en la cavidad bucal hasta enfermedades y dietas.

En la mitología griega, la bestia de muchas cabezas Hidra tenía una halitosis tan severa que el hedor de su aliento era mortal para cualquiera que lo oliera.

Afortunadamente, nuestro aliento matutino quizás no es tan poderoso, aunque comer cebollas o ajo puede hacer que algunas personas compitan con la Hidra.

La halitosis tiene muchas causas (aparte de una mala higiene bucal) y puede indicar problemas en el intestino, los senos nasales e, incluso, el torrente sanguíneo. De hecho, incluso se pueden analizar muestras de aliento para realizar diagnósticos formales de problemas de salud.

Una condición que puede afectar el olor del aliento es la diabetes mellitus. Se trata de un trastorno metabólico en el que el azúcar (glucosa) no puede acceder a las células del cuerpo donde es necesaria para proporcionar energía y, por lo tanto, aumenta en el torrente sanguíneo.

En algunos casos, como en una dosis insuficiente de insulina o una infección, la respuesta del cuerpo es descomponer las grasas en compuestos llamados cetonas para que actúen como una forma rápida de combustible. Esta condición grave se conoce como cetoacidosis diabética.

Las cetonas tienen un olor distintivo. La acetona, que también es un ingrediente de algunos quitaesmaltes, es una de estas cetonas y huele a pear drops (unos caramelos británicos cuyo nombre en español se traduciría como gotas de pera).

Cuando las cetonas se acumulan en el torrente sanguíneo, se difunden fácilmente en el aliento, dándole un olor afrutado.

Pero no solo la diabetes puede desencadenar la producción de cetonas.

Algunas dietas se basan en generar cetonas a partir de la descomposición de grasas para favorecer la pérdida de peso. Estos métodos, como la dieta Atkins, obligan al cuerpo a convertir la grasa en energía restringiendo los carbohidratos.

Otras dietas basadas en los mismos principios incluyen la dieta de ayuno intermitente 5:2. En esta dieta, los seguidores restringen la ingesta de alimentos dos días a la semana para reducir significativamente el consumo de calorías y hacer que el cuerpo produzca cetonas.

Estas dietas pueden ayudar a perder peso, pero los efectos secundarios pueden ser desalentadores.

Uno de los efectos secundarios más notorios es el mal aliento, aunque también hay informes anecdóticos que hablan de la entrepierna cetogénica, donde algunos seguidores de las dietas cetogénicas se quejan de un fuerte olor genital.

Las bacterias y el aliento

Otra causa del mal aliento es el crecimiento excesivo de bacterias que producen malos olores.

Hay muchos rincones en la boca donde las bacterias se esconden, crecen y se pudren, especialmente las áreas difíciles de limpiar (entre los dientes y dentro y alrededor de las encías y la lengua) o lugares fuera de alcance, como en la parte de atrás de la boca y la garganta.

La garganta actúa como un pasaje para los alimentos, los líquidos y el aire. Algunos pacientes pueden desarrollar una condición llamada bolsa faríngea.

Aquí es donde se forma una bolsa en la parte posterior de la faringe (el nombre médico de la garganta) en la que los alimentos y los líquidos pueden acumularse, fermentarse y dar al aliento un olor acre.

Las bacterias también pueden desencadenar infecciones en la boca, como amigdalitis y abscesos dentales, donde los tejidos se inflaman o desarrollan purulencia (producción de pus).

El pus es una colección de diferentes células muertas, incluidas bacterias, y también puede desprender un olor pútrido.

La sinusitis, que es una infección de las cavidades llenas de aire del cráneo, también puede gotear secreciones infectadas malolientes en la garganta, provocando mal aliento.

Pruebas de aliento

Los médicos pueden realizar pruebas de aliento en busca de bacterias para diagnosticar algunas afecciones de salud.

Por ejemplo, el Helicobacter pylori, una bacteria que puede irritar el intestino y provocar el desarrollo de úlceras potencialmente peligrosas, convierte el compuesto urea en dióxido de carbono.

Para detectar el H pylori, se realiza una prueba de diagnóstico del aliento antes y después de administrar urea a un paciente.

Si el paciente exhala niveles elevados de dióxido de carbono después de recibir una dosis de urea, entonces la prueba es positiva.

También se puede analizar el aliento para detectar un crecimiento excesivo de bacterias en el intestino delgado: sibo, lo que puede provocar síntomas como dolor abdominal e hinchazón.

El sibo produce gases como hidrógeno y metano que también pueden detectarse mediante una prueba de aliento.

Si te preocupa el mal aliento y no tienes ningún problema médico, puedes poner a prueba tu propio aliento.

Un método antiguo consiste en lamer la parte posterior de la muñeca, dejarla secar y luego olerla. También puedes hacer lo mismo con un raspador de lengua, hilo dental o una muestra de aliento exhalado con la mano ahuecada.

Soluciones

Con frecuencia podemos acostumbrarnos al olor de nuestro propio aliento. Es posible que solo nos demos cuenta cuando se vuelve realmente malo o cuando hay otros síntomas, como mal sabor de boca. O cuando alguien reúne el coraje para finalmente decirnos que nuestro aliento huele mal.

Supongamos que alguien te ha dado la noticia: ¿qué haces ahora? Medidas simples pueden funcionar bien, incluida la ingesta regular de líquidos (la boca seca puede provocar mal aliento, así que asegúrate de beber suficiente agua) y realizar una buena higiene bucal.

Esto implica cepillarse los dientes, la lengua y usar hilo dental entre los dientes para eliminar bacterias, así como controles periódicos con el dentista.

El enjuague bucal puede ser una solución temporal eficaz, pero hay pruebas de que una dieta rica en verduras de hojas verdes podría ser incluso mejor para contrarrestar el mal aliento.

Fumar es otra posible causa subyacente de la halitosis. Entonces, si quieres un aliento más dulce, abandona los cigarrillos: otra buena razón más para dejar de fumar.

*Dan Baumgardt es profesor de la Escuela de Fisiología, Farmacología y Neurociencia de la Universidad de Bristol, Reino Unido.

*Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia Creative Commons. Haz clic aquí para leer la versión original.

Por BBC News Mundo

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