La historia de Argentina ha estado marcada por numerosas promesas de éxito que, desafortunadamente, han terminado en desencanto, dejando un legado de lo que pudo ser y no fue. En este contexto, es relevante mencionar el reciente Premio Nobel de Economía otorgado a Daron Acemoglu y James Robinson, conocidos por su influyente libro “Por qué fracasan los países”, publicado en 2012. Sin embargo, sus ideas se remontan a publicaciones anteriores, como “Origins of Dictatorship and Democracy” (Cambridge, 2006), que abordan temas que tienen implicaciones significativas en el diseño institucional y las decisiones políticas de nuestro país.
El eje central del libro de Acemoglu y Robinson es que el desarrollo económico está íntimamente ligado a las instituciones. Ellos argumentan que las instituciones que concentran el poder y las decisiones son, por naturaleza, inestables y extractivas, lo que resulta en beneficios para unos pocos y en la pobreza de muchos. En contraste, las instituciones que promueven decisiones descentralizadas son estables e inclusivas, creando incentivos adecuados para el desarrollo y el bienestar colectivo.
En Argentina, se observa un claro problema de diseño institucional: se dan triunfos individuales en un contexto de fracasos colectivos. Las cuestiones fundamentales no se resuelven, sino que se trasladan de un año a otro, lo que conduce a una decadencia sistémica en lugar de una coyuntural. Aparentemente, la historia de nuestro país refleja una regresión en la evolución institucional; comenzamos con grandes consensos que, con el tiempo, se deterioran en divisiones irreconciliables, frustrando así las esperanzas de generaciones enteras.
Esta generación tiene el reto de enfrentar este problema si aspira a un futuro próspero. No se trata simplemente de modificar la Constitución, sino de transitar de un modelo de decisión centralizado a uno que sea descentralizado, respetando así las decisiones individuales, favoreciendo la innovación y desarrollándose en un marco de estabilidad de reglas.
Los autores mencionan varios temas jurídicos que han sido tratados en la Corte Suprema, y aquí citaré algunos ejemplos significativos:
El cambio permanente: restringir la emergencia
Durante la crisis del “corralito”, la Corte Suprema estableció un criterio sobre la emergencia económica y la intervención en contratos. En el fallo “Massa” (27/12/2006), se argumentó que las legislaciones de excepción deben tener un tiempo definido para su extinción, advirtiendo que su prolongación había convertido la excepción en regla. Se resaltó que la permanencia de la emergencia desvirtúa el compromiso de los individuos con las leyes y los contratos, destruyendo la previsibilidad económica y generando más inseguridad.
La protección constitucional de la propiedad y del contrato
Un aspecto crucial discutido por los autores es la protección de la propiedad y de los contratos, temas que también fueron abordados en la Corte. En la sentencia sobre el “corralito”, se reafirmó que la propiedad y el contrato tienen protección constitucional, y cualquier limitación debe interpretarse de manera restrictiva. Esta protección se extiende a la libertad de contratar y a la autonomía personal de los ciudadanos, garantizando así un marco de seguridad jurídica esencial para el desarrollo económico.
La descentralización del poder
Este es otro tema relevante abordado en un fallo reciente de la Corte que destaca la importancia de la descentralización institucional como un mecanismo poderoso para el desarrollo regional. La descentralización permite a las localidades tomar decisiones autónomas, lo que fomenta la identidad cultural y económica de cada región. La proximidad del municipio a su población le otorga los elementos necesarios para valorar y responder a las particularidades sociales de su comunidad.
En conclusión, Argentina se encuentra inmersa en un debate cultural de suma importancia, uno que no debe evitarse, sino profundizarse. La reflexión sobre nuestro pasado, las instituciones y el diseño de un futuro más prometedor es crucial para garantizar el bienestar de las generaciones venideras.
Por: Francisco Núñez, franciscoeditordigital@gmail.com