Cuando la enfermera obstetra Jamilla Thompson revisó los últimos datos de mortalidad materna en Nueva York, no pudo evitar recordar el rostro de su paciente Sarah, una joven de 24 años que murió por una embolia posparto en 2022. «Sabíamos que los números eran malos, pero ver ese aumento del 13.7% en un solo año fue como un golpe al estómago», confesó Thompson, quien trabaja en el Hospital Woodhull de Brooklyn. El informe del Comité de Revisión de Mortalidad Materna no solo reveló que las muertes relacionadas con el embarazo aumentaron de 58 a 66 entre 2021 y 2022, sino que también expuso una verdad incómoda: el 80% de estas muertes eran prevenibles, y la mayoría ocurrieron en barrios de bajos ingresos como Brownsville, donde el estrés crónico y la falta de acceso a servicios de salud mental crean un cóctel letal para las madres.
Lo que hace particularmente alarmante esta situación es que las principales causas de muerte -trastornos de salud mental (35% de los casos) y enfermedades cardiovasculares (30%)- son condiciones que pueden manejarse con una atención adecuada y oportuna. «No estamos hablando de complicaciones médicas complejas, sino de problemas que podrían prevenirse con un sistema de apoyo adecuado», explicó la doctora Chanel Porchia-Albert, fundadora de Ancient Song Doula Services. El problema es que en barrios como Brownsville, donde el 38% de la población vive en pobreza, las mujeres embarazadas enfrentan barreras sistemáticas: desde la falta de transporte para llegar a citas médicas hasta la imposibilidad de tomar tiempo libre del trabajo para asistir a controles prenatales. «Muchas de nuestras pacientes tienen que elegir entre ir al médico o perder su empleo», señaló Thompson, quien ha visto cómo mujeres posparto regresan al trabajo apenas una semana después del parto por no poder permitirse el lujo de tomarse tiempo para recuperarse.
El programa «Zona Libre de Estrés en los Vecindarios» busca precisamente romper este ciclo de desprotección. Al establecer un centro en Brownsville donde las mujeres puedan acceder a servicios médicos, apoyo psicológico y asistencia social bajo un mismo techo, las autoridades esperan reducir las barreras que actualmente impiden que las madres reciban la atención que necesitan. «No se trata solo de salvar vidas, sino de cambiar el sistema que ha fallado a estas mujeres durante generaciones», afirmó el comisionado de Salud, Dr. Ashwin Vasan, durante la presentación del programa. Un aspecto innovador del programa es su enfoque en la salud mental perinatal, un área tradicionalmente descuidada pero que, según el informe, es responsable de más de un tercio de las muertes maternas. Las nuevas madres en Brownsville tendrán acceso a terapeutas especializados, grupos de apoyo y hasta sesiones de arte terapia diseñadas para ayudar a procesar el estrés y la ansiedad que acompañan al embarazo y el posparto.
Lo que hace especialmente relevante esta iniciativa es su enfoque en las desigualdades raciales. Los datos muestran que las mujeres negras en Nueva York tienen tres veces más probabilidades de morir por complicaciones del embarazo que las mujeres blancas, una brecha que se amplía en barrios como Brownsville. «Esta no es solo una crisis de salud, es una crisis de justicia racial», denunció la activista Linda Sarsour durante una rueda de prensa. «El hecho de que en el siglo XXI las mujeres negras sigan muriendo a tasas alarmantes por complicaciones prevenibles es una vergüenza para nuestra ciudad». El programa busca abordar este problema no solo con servicios médicos, sino también con un componente de abogacía que ayudará a las mujeres a navegar un sistema de salud que históricamente las ha discriminado.
El éxito del programa piloto en Brownsville podría tener implicaciones para toda la ciudad. Si los resultados son positivos, el modelo se expandiría a otros barrios con altas tasas de mortalidad materna, como East New York y el South Bronx. «Esto no es solo sobre Brownsville, es sobre crear un modelo que pueda salvar vidas en todas las comunidades marginadas de Nueva York», explicó la asambleísta Latrice Walker. Mientras tanto, en las calles de Brownsville, las madres como Keisha Johnson miran con esperanza este nuevo esfuerzo, aunque con cautela. «Ojalá funcione», dijo Johnson, abrazando a su sobrina de dos años. «Porque ninguna familia debería tener que pasar por lo que pasamos nosotros».