El dirigente chavista Diosdado Cabello volvió a sacar a relucir este domingo uno de los temas más espinosos de la política regional: la exclusión de Venezuela de los foros internacionales. En esta ocasión, el blanco de sus críticas fue el presidente dominicano Luis Abinader, a quien acusó de haber actuado bajo órdenes de Estados Unidos para dejar fuera al gobierno de Nicolás Maduro de la próxima Cumbre de las Américas. Las declaraciones, realizadas en su programa Con el Mazo Dando, no solo reavivaron las tensiones entre Caracas y Santo Domingo, sino que también expusieron las grietas en un sistema de cumbres que, cada vez más, parece estar al servicio de los intereses geopolíticos antes que de la unidad regional.

Cabello, una de las figuras más controvertidas del chavismo y sancionado por el gobierno estadounidense, no aportó pruebas concretas para respaldar su acusación. Sin embargo, su discurso se inserta en una estrategia comunicacional que el régimen de Maduro ha utilizado en los últimos años: presentarse como víctima de una conspiración internacional orquestada por Washington. «Abinader no es más que un peón en este juego. Cuando la Casa Blanca dice que hay que excluir a Venezuela, él obedece sin chistar», declaró Cabello, utilizando un lenguaje que busca polarizar el debate y pintar a los gobiernos aliados de EE.UU. como títeres sin autonomía.

La acusación adquiere mayor relevancia si se considera el historial de la Cumbre de las Américas en los últimos años. En 2022, la exclusión de Cuba, Nicaragua y Venezuela provocó un boicot sin precedentes, con mandatarios como Andrés Manuel López Obrador (México) y Alberto Fernández (Argentina) negándose a asistir en señal de protesta. Si la versión de Cabello es cierta, República Dominicana estaría repitiendo el mismo patrón, pero esta vez con un agravante: un país que, históricamente, ha jugado un papel de mediador en los conflictos regionales estaría cediendo a presiones externas, lo que podría dañar su credibilidad diplomática.

Hasta el momento, el gobierno dominicano no ha respondido oficialmente a las declaraciones de Cabello. Sin embargo, fuentes cercanas a la Cancillería indicaron que las decisiones sobre la participación en la cumbre se toman en coordinación con los países organizadores, en este caso, Canadá y Estados Unidos, quienes tienen la última palabra en materia de invitaciones. Esto refuerza la idea de que, más allá de las voluntades individuales, la Cumbre sigue siendo un espacio donde los intereses de las grandes potencias prevalecen sobre los de la región.

Lo que está en juego no es solo la participación de Venezuela, sino el futuro mismo de la Cumbre de las Américas como un foro representativo. Si la edición de 2026 repite el esquema de exclusiones de 2022, es probable que varios países repliquen el boicot, profundizando la fractura entre quienes abogan por una América Latina unida y soberana y aquellos que priorizan la alineación con Washington. En este contexto, las acusaciones de Cabello no solo buscan desprestigiar a Abinader, sino también movilizar a la opinión pública en contra de lo que el chavismo denomina «una nueva forma de colonialismo». La pregunta clave es si la región estará dispuesta a romper el ciclo o si, una vez más, la cumbre terminará siendo un reflejo de sus divisiones internas.

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